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Hay lugares, personas y momentos, que a pesar de ser agrias en el corazón nos llenó de sabiduría hasta el día de hoy

Mi vida la tengo en La Esperanza: Crónica de un verraco  

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Por: Laura Rendón Aguirre

María Isabel Villegas Monsalve

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La violencia en Colombia es un ser más que habita el país, uno constante que ha crecido con generaciones a su lado. Es una violencia, para muchos, con causas obvias, pero para otros, inexplicable si tuviéramos en cuenta que estamos en un país donde lo hay todo, incluso más que lo que quienes conformamos esta Nación necesitamos. Hablar de la violencia es tener que contar un sinfín de tragedias humanas, de esas que muy pocos en el mundo pueden dar cuenta, pero que los colombianos sí que podemos explicar con lujo de detalles. Terrorismo, asesinato, secuestro, violación, todas las trasgresiones posibles al derecho internacional humanitario han sucedido en este país; todos los actores que nos podamos imaginar como el narcotráfico, guerrilla, Estado, paramilitarismo, han sido protagonistas en dejar sembrados extensos de muerte a lo largo de todo el territorio. 

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Nos habituamos a ella, a su olor, su presencia, su daño, su aspecto, aquel rostro y semblante que ya no causan estupor alguno, que si bien los medios lo denuncian, es casi como escuchar hablar de deportes, de noticias sobre economía. Se trata de algo que es parte ya de nuestro día a día, nuestra cultura, nuestro paisaje cotidiano. Pasamos nuestros relatos, a veces como elemento para sorprender; en otros momentos, causar risa, soltar carcajadas; para alguien más, evocar espacios de tristeza; para mí, una mezcla de pensamientos e imaginarios que no se dejan desenredar dentro del hilo que con cada historia se enmarañaba más en mi cabeza. 

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Es Santiago - nombre ficticio para la protección de su identidad- un contador de historias como ningún otro, que suelta por su boca lo que sus ojos le cuentan, lo que su mente recuerda y lo que su corazón le susurra. Cuando le mencioné el tema sobre el desplazamiento forzado, él me responde con un “ese tema es muy berraco” Y lo dice con razón, este es un fenómeno que ha durado desde hace ya varias décadas, con una acumulación histórica aproximada de 8 millones de desplazados desde 1985 hasta el 2019, según indica el Registro Único de Víctimas (RUV).

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