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Capítulo 1

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Estaba mirando las dos gallinas que pasaban al frente mío, una era blanquita, blanquita; la otra era de un color como rojizo, de lo más de linda, pero más lindas son cuando me las como en un sancocho bien bueno, como los hace mi esposa Blanca, esa ñata que tanto quiero. Mientras  miraba  las gallinitas, sonó El amor de los dos de Dueto Revelación en la radio. Como es de buena esa canción.

 

Qué más quieres que te dé,

si ya todo te lo di, no me explico, 

yo no entiendo lo que quieres tú

de mí. Pues que no te has dado 

cuenta por lo que ti sufro yo, si me 

enfermo corazón entero te lo entregué

a ti [...] 


 

-  ¿Y eso por qué tan despechado mijo? - apareció mi esposa en el marco de la puerta- que yo sepa aún no lo he alegado hoy. 

-  No Ñata, despechado no. Usted sabe como me gusta Dueto Revelación.

-  Ah, si, por usted fuera, se queda todo el berraco día ahí con esa radio- dijo poniendo su mano en mi hombro.

-  Tan mentirosa que es, yo me pongo a escuchar musiquita de vez en cuando en la radio y los sábados en la noche que dan la serenata en TeleAntioquia- de repente me acordé de algo- ¡ay, verdad!, no me deje olvidar que la dan hoy a las nueve.

-  Acuérdese más bien que hoy llega Gustavo con la mujer y el niño. 

-  Verdad, ¿a qué hora es que llegan pues? 

-  Quisque hoy a las seis, yo no sé- dijo entrelazando sus manos, apoyándolas en su vientre- ¿quiere tinto con pan mijo? 

-  Sí- dije asintiendo- échele un poquito de leche. 

-  Bueno, ya vuelvo pues. 

Capítulo 2

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Esa tarde, finalizó con un Daniel callado, cosa muy rara en este niño. Después de hablar con él, su madre lo llamó para la merienda, fueron unos ricos buñuelos con aguapanela caliente. Cuando terminó de comer, el cansancio en sus ojotes  fueron notorios, así que bostezando se dirigió donde su padre para que lo cargara, arrullandolo y quedándose dormido. Cuando cayó la noche, me senté en una silla blanca grande, esas de plástico que uno mantiene por acá en la finca, cuando me acomodé, empecé a ver las serenatas que dan en TeleAntioquia, en eso, empezó a sonar A quién engañas abuelo.

 

[...] Me dice Chucho el arriero, el que vive en los cañales, 

que a unos los matan por godos, a otros por liberales,

 pero eso qué importa abuelo, ¿entonces qué es lo que 

vale?, mis taitas serán tan buenos, a nadie le hicieron

 males, solo una cosa cumpliendo, ante Dios

 todos somos iguales [...]  

 

Como es la vida…, eso me hizo recordar la conversación que tuve con Dani ahorita. Esa época fue como un popurrí de miedo, lucha, dolor y todas las cosas azarosas que uno se puede imaginar. No le pude contar esto a mi nieto pero, esta situación de guerra empeoró más, a mi opinión, por la llegada del general Rojas Pinilla, ya que ese señor puso una dictadura en todo el país, que dejó una marca en toda la  historia colombiana. Ese fue el motivo por el que entre conservadores y liberales hicieron un pacto en el año de 1957, conocido como El Frente Nacional. En él, entre el partido rojo y azul acordaron turnarse la toma presidencial para el liderazgo de este país. Lo recuerdo porque en ese año convocaron un plebiscito. Alrededor de  cuatro millones de ciudadanos votaron por un “Sí”,imagínense, fue la primera vez en Colombia que las mujeres pudieron votar. A pesar de ello, en esos años la vida en el campo seguía siendo una cosa muy horrible, póngase a ver que..., de ahí salieron doscientos mil muertos y un millón de desplazados en el campo. Nunca se me olvida eso, lo anoté en esa libretica  cuando escuché la noticia por la radio. 

Capítulo 3

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Mientras a Daniel lo esperaba un baldado de agua tibiecita que le habían puesto a calentar en el fogón, a mí me tocaba seguir con esas labores que, aunque son cotidianas, no me aburren, pero eso sí, me cansan. Yo no me quejo, no me gusta que me vean como un melindroso, pero a veces ese bochorno le gana a uno y disimuladamente me toca buscar un banquito y ponerlo a la sombra. Me estaba quitando ya las botas de caucho acaloradas y estiré los pies para refrescarme un ratico cuando me dio por mirar pa´l cielo, alcé la cabeza y de tanto que estiré el cuello, se me cayó el sombrero, mugroso, pero que me gusta tanto. No quise agacharme a recogerlo, aunque estoy seguro de que en otro momento lo habría hecho a la carrera, hoy no, hoy quería seguir mirando. Despegarme de esa maravilla de paisaje no lo veía como una opción que me llamara mucho.

 

Yo soy un hombre entregado a Dios, pero, que me perdone, admito que la misa me da un sueño y a veces rezando con mi Ñata me cabeceo o distraigo pensando en el almuerzo del otro día o lo que falta hacer en la casa. Sin embargo, no encuentro explicación más precisa para tanta belleza que encuentra uno en esta vida, el cielo, la tierra, la lluvia son todos unos milagros del Señor. A ratos pensar me gusta, bastantico, pero no me gasto tanto tiempo haciéndolo como me gustaría… 

Me asomé a ver cómo seguían las cosas en la casa, un poco despelotadas, pero nada fuera de lo que uno llama normal, Daniel bañándose en el lavadero, Blanca y Claudia con el almuerzo y a Gustavo no lo vi por ningún lado. Ya empieza a oler bueno. 

 

-  ¿Negro, se le despertó la solitaria que vino a buscar comida o qué? -Me dieron ganas de decirle que no y amagué con la cabeza, pero antes de que pudiera hacer algún movimiento, me interrumpió- No empiece que me lo conozco mosco, coja arepitas que hay sobre la mesa y pase con aguapanela que sobró del desayuno mientras esto se enfría. Tampoco coma mucho para que no se llene.

Sabroso, sabroso que sabe eso, arepita recién hecha y aguapanela fría, manjares y sabores que uno va aprendiendo a disfrutar en la vida, y eso que cosas son las que yo he probado, eso que me gusta chicanear, contarle a Danielito todo eso que a sus oídos le suenan raro y que sus ojos muestran esa sorpresa que su boca tampoco busca tapar o esconder haciendo una O. Le conté del sabor de las iguanas, los conejos, las famosas chuchas y animales de los que ni sabía el nombre, es que uno pasando por tanto lado y viendo tanta hambre en otros lugares, come, prueba y toma de todo. Escuché a Daniel riéndose, le da cosquillas ponerse las medias, se debe estar vistiendo para sentarnos en el comedor. Dios mío, ¡qué agonía!

Capítulo 4

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Una luz me dio muy fuerte en la cara. Cuando logré abrir los ojos, vi que era la luz del sol, qué solazo tan tremendo está haciendo. Al mirar el reloj de la mesita de noche, vi que eran las 10:55 de la mañana. 

 

- ¡ÑATA!- grité- Ay virgen santísima, como está de tarde. 

- Quiubo, ¿qué fue mijo?- dijo Ñata, llegando a la pieza asustada. 

- Ñata mire la hora que es- dije- ¿por qué me dejó dormir hasta tan tarde mija? 

- Pues no ve mijo que usted estuvo revoloteando en esa cama y ni pudo dormir bien.

- Pues sí, pero usted sabe que a mí no me gusta dormir hasta tan tarde. 

- Oigale pues la bobada. No mijo, usted tiene que dormir- afirmó- ¿Entonces?, ¿se va a salir enfermando por no dormir o qué? 

 

Llevarle la contraria a esta mujer es complicado, así que mejor me resigné. Mientras caminaba hacia el baño, vi a Daniel sentadito en el mueble leyendo un cuento todo concentrado, él notó que yo estaba cerquita suyo y me miró. 

 

- ¡PAPITO! - Gritó mientras corría, tirándose encima mío. 

- ¡Daniel!, tenga cuidado con el papito- lo regañó su mamá- así de brusco no pues. 

 

Dani, al escuchar el regaño de su mamá se separó de mí con una cara triste. Pobre de mi muchacho como me lo regañan. 

 

- No se preocupe Claudia, Dani sabe que va a ser más cuidadoso a la próxima, ¿cierto Tominejo? 

- Sí papito..., perdón- me dijo haciendo pucheros- es que como no estuviste en el desayuno creí que estabas enfermito, entonces me puse muy feliz cuando te vi papito. 

-Tranquilo, Tominejo. Me voy a meter a bañar para que vayamos a coger limones.

 

En eso, se nos acerca mi esposa Blanca sobando sus manos en el delantal de cocina que siempre se suele poner todos los días. 

 

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Capítulo 5

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A mí la verdad me alegra mucho cuando la familia viene y nos visita a la Ñata y a mí, compartir con ellos mientras nos sentamos en la salita o afuera de la finca es muy amañador mientras escuchamos música bien buena. Pero una de las cosas que más disfruto es cuando vienen mis nietos, esos niños que uno tanto quiere porque son como hijos de uno también, por eso yo comparto mucho con el Tominejo, pues al ser el chiquito y el que más nos visita me hace recordar todas las reboletas que uno vivió con los hijos cuando estaban pequeños.

 

Cuando decidimos bajar de una vez porque  ya habíamos cogido suficientes limones, el Tominejo trató de coger las tres bolsas que llenamos, pero lo vi todo embala’o cuando las empezó a cargar.

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-  Pase a ver mijo- le dije- está todo encartado. 

-  No, papito. Yo soy capaz. 

-  No, no, no. Pase a ver que usted deja caer esos limones por las escaleras y se apachurran. Ahí si nadie se aguanta la cantaleta de su mamita.

-  Bueno pues papito, pero solo le voy a pasar una.

 

Me pasó solo una bolsa, la que menos estaba llena, mientras que él cargaba con toda su fuerza las otras dos. Al empezar a bajar la escaleras, Daniel se hizo adelante, se volteó y dijo:


 

-  Papito, téngase de mi hombro para ayudarle a bajar. 

-  ¿Pa´ qué Tominejo?

-  Papito porque mamita me dijo que lo cuidara. Téngase de mi hombro que así bajamos más fácil.

-  Mijo, yo si estoy achacado pero estoy bien.

-  Papito, hágame caso pues- me dijo frunciendo esa frente toda chiquita.

 

Así que me guindé del hombro de mi nieto, bajando despacio uno por uno de los escalones por los que hace una hora y media habíamos bajado. Llegamos al último escalón y nos fuimos hacia la casa porque estaba haciendo un sol muy galludo, dejando las botas de cada uno afuera de la puerta porque la Ñata estaba trapeando y se sulfura esa mujer si le pisamos con esas botas todas empantanadas.

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